Las diferentes maneras en que nos
comunicamos, recibimos y transmitimos información, utilizamos y nos apoyamos
del lenguaje oral y escrito constituyen las prácticas sociales del lenguaje,
que son pautas o modos de interacción que dan sentido y contexto a la
producción e interpretación de los textos orales y escritos, que
comprenden diferentes modos de leer, interpretar, estudiar y compartir los
textos, de aproximarse a su escritura y de participar en los intercambio orales
y analizarlos.
A diferencia del lenguaje hablado, la escritura tiene
capacidad de convicción permanentemente y a distancia. Es decir, la persona que
escribe puede no estar en contacto directo con sus interlocutores. Esto lleva
al escritor a tomar decisiones sobre la mejor manera de expresarse por escrito,
considerando los contextos de sus lectores potenciales.
No es frecuente que un escrito sea satisfactorio de
inmediato; lo común es que el escritor tenga que pensar primero qué es lo que
quiere comunicar y cómo hacerlo, después es necesario que escriba una primera
versión, la cual al releer podrá corregir hasta lograr el texto deseado. Por
esta razón, el proceso para la producción de un texto constituye un aprendizaje
complejo que debe respetarse. Por ello, uno de los propósitos de la educación
básica es que los alumnos aprendan este proceso de redacción, el cual supone la
revisión y elaboración de versiones hasta considerar que un texto es adecuado
para los fines para los que fue hecho. Este aprendizaje implica tomar
decisiones, afrontar problemas, evaluar y corregir.
Por estas razones, desde el inicio de la escolarización
estas actividades y reflexiones, que conforman el proceso de
escritura, deben presentarse regular y frecuentemente de la siguiente manera:
• Planear los textos antes de comenzar a escribirlos.
Establecer para qué se escribe, a quién se dirige, qué se quiere decir y qué
forma tendrá (organización). La lectura y el análisis de textos semejantes al
que quiere lograrse es una fuente importante de información para planearlo y
tomar decisiones.
• Escribir una primera versión, atendiendo a la planeación
en la medida de lo posible.
• Releer el texto producido para verificar que cumpla con
los propósitos establecidos y tenga suficiente claridad. Para esta
actividad puede ser necesario repetir este paso varias veces: los alumnos se
pueden apoyar en algún compañero para que valore con mayor objetividad el
borrador escrito.
• Corregir el texto atendiendo los diferentes niveles
textuales: el nivel del significado (¿cumple con lo que quiere decirse?, ¿es
claro?, ¿la secuencia de ideas es la adecuada?, ¿es coherente?), el nivel de
las oraciones y las palabras empleadas (¿las oraciones están completas?, ¿la
relación entre las oraciones es lógica?) y el nivel de la ortografía, el
formato, la caligrafía o legibilidad de la tipografía empleada, etcétera.
• Compartir el texto con el o los destinatarios y comprobar,
en la medida de lo posible, si tuvo el efecto deseado.
La participación del docente es muy importante para que los
alumnos avancen en este aspecto. Este avance supone hacer reflexiones
reiterativas y continuas sobre los aspectos del lenguaje involucrados en la
lectura y la escritura, así como crear las condiciones para que los alumnos
vayan apropiándose de los procesos e incorporen progresivamente formas más
apropiadas de usar el lenguaje. Para cada proyecto se sugieren temas en los que
debe centrarse la atención de los alumnos. Es decir, son aspectos que deben
trabajarse en el aula durante las sesiones con actividades de lectura y escritura.
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